Los guardianes del Puerto de Pandetrave
¿Miramos al pasado? Sí. Y también al futuro.
Los Picos de Europa contemplan 1.200 ovejas merinas pastando bajo la atenta mirada de José Rodríguez Durán (54 años) y José Morgado Galet (59 años), ambos pastores cacereños. Es verano de 2022 en el Puerto de Pandetrave, en la montaña leonesa. Llevan cuatro días subiendo desde Prioro, a 40 kilómetros, siguiendo los pasos de la Cañada Real.
¿Estamos mirando al pasado? Sí. Y también al futuro: el de la resiliencia climática y el empleo rural.
Ambos pastores acumulan décadas de experiencia. Se les iluminan los ojos al hablar de la trashumancia. Lamentan el abandono de las vías pecuarias y la desaparición del pastoreo frente al avance de la ganadería intensiva. La vida del pastor es dura, austera, intensa. Su sencillez sobrecoge.
Las ovejas que cuidan portan lana merina, la misma que hizo rica a Castilla hace siglos. Pero también llevan en sus pasos una posibilidad de futuro: una forma de proteger el medio ambiente y de construir una economía más justa y sostenible.
Frente a la ganadería intensiva, que agota recursos y deja una profunda huella ecológica, el pastoreo trashumante preserva el entorno de forma activa. Durante su marcha, las ovejas transportan semillas, fertilizan el terreno y limpian los montes, reduciendo así el riesgo de incendios.
España arde. Este año han sido más de 250.000 hectáreas calcinadas. Mientras tanto, el pastor sigue siendo un cortafuegos silencioso. Un guardián del territorio. Su trabajo no solo protege los ecosistemas, también genera empleo y raíz en esas provincias olvidadas por el mercado.
La trashumancia no es una reliquia. Es una herramienta contra el desastre climático. Es una oportunidad para reimaginar la España rural.



